Va pasando el tiempo y uno va acumulando experiencia y conocimientos. Sin embargo, hay pocas cosas que me estimulen más que seguir aprendiendo, dudando de mis conocimientos y buscando mejorar cada día.
Igualmente, hay una variante en el mundo del aprendizaje que me apasiona y es ayudar, dentro de mis posibilidades, a quien lo necesite y exponiendo mis conocimientos de forma pública. Lo he hecho en eventos de programación, contando mi historia sobre cómo aprendí a programar y continúo intentándolo cada día allá donde vaya.
Pero esta semana ha ocurrido algo inesperado. Alguien fundamental en mi vida se me ha acercado y me ha dicho, quiero a prender a programar.
En ese momento ha nacido un tornado de emociones en mi interior y me ha hecho dudar de muchas cosas: ¿por dónde empiezo? ¿cómo hago para transmitir mis conocimientos? ¿estoy preparado para ayudar a alguien en su proceso de aprendizaje? ¿seré un buen comunicador de conceptos?
Tengo un buen puñados de amigos que siempre me hacen ver que he conseguido un buen nivel de programación en un tiempo corto. Sin embargo, yo sigo con mi síndrome del impostor, aprendiendo cada día y pensando que sigo con muchas carencias en cuanto al desarrollo de software.
Volviendo al hilo de lo importante, que me enrollo como una persiana, he comenzado por intentar transmitir lo que me apasiona, los conceptos, mi proceso creativo para resolver problemas y cómo no, toda mi mejor intención para ayudar a alguien que, a lo largo de los últimos 25 años, se ha convertido en un apoyo de valor incalculable.
Soy consciente de que el proceso de aprendizaje tardará en ofrecer resultados visibles y que tal vez no seamos capaces de llegar al punto en el que consiga cambiar su vida, pero sí estoy seguro de algo, ayudarle a aprender a desarrollar software será tan enriquecedor para mí como para ella.
Work in progress …